Karen era una diseñadora de ropa muy prestigiosa, su marca de ropa ciertamente era una de las más extravagantes y caras existentes en el mundo. Una mañana sus socios le habían propuesto un desfile en la cual se hiciera gala de sus diseños mas recientes para esta temporada de verano. Si sus diseños les gustaban a sus socios, la diseñadora tendría un contrato millonario. Pero había una condición, solo una modista podría participar, esto para demostrar que toda la ropa de Karen podía quedarle bien a una sola persona.
Karen no encontró a una modista profesional que para ella sea digna de usar sus ropas con un valor equivalente a salario de doctor argentino. Hasta que vio a una chica que trabajaba como cajera en una tienda. Le ofreció ser su modista, la chica acepto ya que le pagarían bien y solo tenia que caminar usando diferentes prendas en una pasadera de moda. Cuando ese día llego se probo todas las prendas. Ninguna llamo la atención de los socios de Karen. Pero la ultima polera fue la que mas resalto, haciendo que todos los socios aplaudieran frenéticos por tal diseño innovador. Dicha prenda no era de Karen, sino que era una creación de su modista. Ante ello Karen le ofreció uno billetes a la chica y se lo compro por un muy bajo precio, para duplicarlo en miles de poleras y venderlas noventa veces mas caras que su precio original.